jueves, 2 de noviembre de 2017

El árbol fue dando sus frutos

El 31 de Octubre, en el Teatro Municipal de Bahía Blanca, bajo el lema "Raíces de ayer, Frutos de hoy", no sólo pretendimos encontrarnos a través de la música, sino dejar un mensaje de los valores de la Reforma Protestante. Valores que cambiaron el mundo en ese momento, 500 años atrás, y que aún hoy están vigentes y creemos que es el aporte que como protestantes podemos y tenemos que dar.
Este mensaje lo fuimos dando simbólicamente a través de un árbol de grandes raíces de donde niños y niñas iban colgando manzanas con palabras simbólicas, mientras una voz en off compartía el mensaje.
Libre expresión: Con Lutero aprendimos que la teología (los credos, el hablar de Dios) sólo se puede hacer en el contexto de la Fe. Hoy ésa libre expresión de la Fe se evidencia en realidades contextuales diversas, que nos desafían a re-articularlas y vivir en ellas, uniendo las manos con quienes no forman parte de nuestro círculo pero sí de la Cruz, donde el encuentro con Dios  llega a ser un encuentro verdadero.
Todos/as iguales ante Dios: Con  la reforma también aprendimos que la Gracia de Dios como fuerza moral en el bautismo, se hizo más grande, inclusiva a todo Ser Humano, sin diferencias de raza, color, género, creencias religiosas, tradiciones culturales, clase social. Dios nos acepta sin ningún tipo de mérito personal o comunitario. Nos iguala, nos sostiene pero nos exige justicia y amor a nuestro prójimo o hermano. Dios no excluye, levanta y empodera allí donde el Ser humano categoriza.
Libre interpretación de la Biblia: Todo cristiano es sacerdote por el sólo hecho de ser cristiano, todos y todas hemos sido llamados y consagrados al servicio de Dios con nuestros propios y diferentes dones. La autoridad de la Biblia nos nutre y une tanto a pastores como  laicos. El predicar el evangelio en libertad, a través de la fe activa en el amor nos libera.
Espíritu crítico: El deseo  de conservar un espíritu crítico de ser siempre Iglesia Reformada reformándose para corregir errores, y ser cada vez más fieles a Dios y su palabra, nos sigue desafiando y animando a autocriticarnos.  A Dios y sólo Dios sea la Gloria, es una premisa que no debemos olvidar.
Diálogo y Reflexión: El movimiento de la Reforma, de la mano de sus líderes, junto al estudio de la Biblia invitó al diálogo y la reflexión, como una forma de encontrarse, aprender, escucharse. Esas son nuestras raíces, y hoy creemos que se hagan frutos, que podamos traer a nuestra sociedad el valor del diálogo, escucharnos mutuamente, y reflexionar juntos para encontrar un camino que nos lleve a mejorar la sociedad en donde vivimos.
Compromiso social: La historia hubiera sido otra si nuestros reformadores y reformadoras no se hubieran conmovido por los grupos más vulnerables de la sociedad. El ver un pueblo empobrecido por los abusos del Imperio y la Iglesia fue el motor. Estas son nuestras raíces, hoy los frutos son nuestro compromiso social, que buscan a través del servicio, ayudar a quien lo necesita: hogares, comedores, roperos, y tantas otras obras que existen en nuestra ciudad y nuestro país.
Valor de la Comunidad: La Reforma Protestante trae consigo una vuelta a la comunidad, como en la Iglesia Primitiva. Personas reunidas por la fe, como una gran familia que se acompaña, se sostiene mutuamente. Así llegaron nuestros antepasados también a estas tierras, son nuestras raíces, que hoy siguen valorando la comunidad la comunidad, son los frutos, que nos permiten fortalecernos mutuamente y consolarnos también. Lo que hoy llamamos grupos de autoayuda, pero con una fuerza mayor, que es la de Dios.
Empoderamiento de la persona: Con la Reforma, a partir del estudio de los textos bíblicos, redescubrimos el valor de la persona como ser único e irrepetible, valiosa para Dios, esto da un empoderamiento de la persona, incluso a aquellas más discriminadas en una sociedad en donde muchos no tenían casi nada y pocos hacía derroche. De esas raíces salen los frutos que hoy queremos destacar y dar a conocer: toda persona es valiosa, por ser una persona, más allá de su sexo, sus capacidades o discapacidad, su salud o enfermedad. Nadie es más que otro, cada uno y cada una de nosotros somos valiosos y lo debemos hacer valer.
Valor para cambiar las cosas: Nos preguntamos hasta donde podemos llegar para sostener un cambio, cuantos reveses soportaremos para conseguir una determinada meta. El valor para cambiar cuenta con el apoyo de Dios y de nuestra familia. Reconocer la presencia de un poder que nos ha creado capaz de sanar y restaurar el alma.
Educación Universal: La educación es la herramienta más poderosa para cambiar el mundo. La Educación Universal promueve la inclusión social y mejorar la calidad de vida de estos niños y niñas a través de una educación integral.
Es una Semilla para adquirir una educación en valores y unos hábitos sociales para potenciar su desarrollo. Valores como el respeto por la cultura propia del país, la justicia social que garantizan la igualdad entre los pueblos. 
Humildad para aceptar nuestras limitaciones, ligado a un proceso de mejora continua. Creemos firmemente en las personas y en su capacidad de cambio, y reconocemos que las comunidades con las que trabajamos tienen mucho que aportarnos.
Agradecimiento: Las palabras tienen un poder más alto y trascendente que los regalos. Tus hijos dejarán los juguetes a un lado, pero nunca podrán deshacerse de tus palabras. Si decidimos tener un corazón agradecido, le daremos un giro drástico a la situación. No nos contagiemos con nuestras quejas, amargura y desilusiones sino con nuestro agradecimiento… Levantemos hoy y demos el primer paso… Los resultados nos sorprenderán.
Alegría: Nuestra tarea consiste en crear un ambiente social que sea propicio para instaurar, virtudes, valores y principios que contribuyan a generar lazos de amor fraternal, respetando las diferencias. 
Comenzamos un camino diferente para vencer los instintos de violencia y superar nuestras limitaciones, dejando fuera el egoísmo para dar paso a los demás, dando lugar a los valores que hacen crecer nuestro espíritu, mediante un crecimiento mutuo, una mente abierta, un corazón universal y la alegría más allá de las dificultades que nos tocan enfrentar en este desafío de ser cristianos y cristianas diseminados por el mundo, en la certeza de que Dios nos ama tal cual somos…
Y así, al finalizar, vimos cómo el árbol que llegó sólo con sus ramas, quedó cargado con frutos, que simbolizan nuestra esperanza de que es posible dar un giro en nuestra sociedad, para que cada día seamos más humanos.

Estela Andersen

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