"Los que pasaban lo insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Tú ibas a derribar el templo y a reconstruirlo en tres días! ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!" Mateo 27,39 – 40
"Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él." Juan 3,16 – 17
Queridos hermanos y hermanas:
Es verdaderamente difícil encontrar en la Escritura un contraste tan dramático y evidente entre la conducta humana y la voluntad divina.
La conducta humana es:
- Menear la cabeza, ¡qué cosa, ¿no?! Tan bueno que parecía, mirá donde está, si fue crucificado algo habrá hecho. Me da lástima pero, por otro lado, se los buscó.
- Cobrar los dichos literalmente. ¿Cuántas veces en los matrimonios durante una discusión se usa el argumento: vos dijiste? Es una manera disimulada de decir, ahora aguántate las consecuencias, no hay reclamos, vos dijiste…
- Pedir, exigir pruebas: Bajarse de la cruz, salvarse a sí mismo serían las supuestas pruebas que demostrarían que REALMENTE es el Hijo de Dios, sólo así vamos a creer. Milagro, circo, prosperidad serían las pruebas irrefutables de que Dios está conmigo. ¡Pobre Dios!
- Amar al mundo tal como es no es una tarea fácil. Seguramente Dios tiene más motivos que nosotros para menear la cabeza preocupado por el comportamiento de la humanidad que no aprende el arte de la convivencia.
- Enviar a su Hijo al mundo para salvarlo, curarlo de tanta maldad y locura, sanarlo de tanta guerra, odio y fanatismo, restaurarlo después de milenios de destrucción mutua. El Hijo vino a traer paz, armonía, respeto mutuo, misericordia, luz de luces en medio de nuestra historia cubierta de tinieblas y sangre inocente derramada.
- A través de Jesús, Dios se da a sí mismo, para mostrar un camino que lleve a la vida plena, auténtica. Toda la Escritura debe volverse a leer a partir de los actos y palabras de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Su muerte y resurrección también.
Después de esa experiencia, solo después podemos comprender lo inabarcable de la resurrección que supera lo individual y cubre con su luz lo cósmico.
A todos y todas los hermanos y hermanas de la IERP les deseo una muy feliz y santa Pascua.
Carlos Duarte
Pastor Presidente
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