Como siempre, había expectativas entre los presentes, ya que no sabían qué íbamos a hacer esta vez...
Después de la lectura del Salmo, mientras compartíamos el texto de Marcos 5:31-43, había gente caminado por el templo, una mujer mendigando ¡hasta un canillita contando las últimas noticias: Jesús resucitó a una niña!
La gente había quedado algo desconcertada, ya que tanto movimiento no les permitió concentrarse en la lectura. Pero la realidad es que nos pasa esto mismo a diario: hay tantas distracciones y prisa que muchas veces no logramos escuchar a Dios o se nos pasa el día y nunca hablamos con El. La ciudad, con su concentración de personas nos desafía a ver en el otro una persona igual a nosotros y no un simple obstáculo que debo sortear.
Con el texto de 2 Co.8:7-15, a través de una dinámica, reflexionamos acerca de la ofrenda, de la generosidad, del compromiso y la entrega, no sólo de las comunidades cristianas, sino de los diferentes grupo que trabajan para mejorar la calidad de vida de miles y miles de personas: Alcohólicos Anónimos, El Nido, los voluntarios de los hospitales, y tantas personas que donan su tiempo, su conocimiento y sus recursos para ayudar al otro. Pensamos qué bueno sería trabajar en red no sólo para aunar esfuerzos y no superponer las tareas, sino para lograr un trabajo más eficiente y efectivo. Compartimos experiencias concretas de todo tipo, incluso hablamos acerca de las redes sociales y lo mucho que se logra a través de ellas.
Después no sabíamos cómo desprendernos de la red. Nos sentíamos felices y contenidos, era como que soltarnos nos debilitaría o cortaría el momento de comunión profunda que habíamos logrado. Por eso nos pusimos de acuerdo y largamos de una vez la red y quedó en el piso como un símbolo de ese sentimiento hermoso de unidad.
Con un canto pasamos todos al altar, mientras depositábamos la ofrenda, ese agradecimiento concreto que hacemos a Dios con nuestros recursos, y nos preparamos para celebrar juntos la Cena del Señor.
Pedimos, agradecimos, oramos y compartimos el Padrenuestro, sintiendo ya una pequeña tristeza de separarnos. La bendición nos reafirmó la idea de que aún separados, y perdidos en la gran ciudad, en Espíritu permanecemos conectados, buscando dar testimonio de Cristo a través de nuestras vidas.
¡Gracias a todos y todas que se hicieron eco de esta iniciativa! Y los esperamos el 2 de Diciembre, en el templo de la IERP, en Castelar 2257.
¡Que Dios los y las bendiga!
Estela Andersen
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