lunes, 4 de mayo de 2020

El águila y la mariposa

“Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen, pero háganlo con humildad y respeto. Pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras.” 1 Pedro 3,15-16


Comparto con ustedes una fábula de Lorrin titulada ‘El águila y la mariposa’: “Un día el águila altiva descubrió a la mariposa y le habló de esta manera: Dime, ¿de qué te valen tus dobles alas, si apenas puedes remontar el vuelo? No veo que puedas elevarte mucho más allá del tomillo que acaricias. Yo también poseo dos alas, pero con ellas me alzo hasta las cumbres gloriosas y al mirarme en los vecinos cielos clavo en el sol mis ojos penetrantes. ¿No te admira mi grandeza?, ¿no alcanzas a ver tú pequeñez? ¡Ay!, respondió la mariposa, nací diminuta, débil y humilde, pero gracias a mi esfuerzo y mis fatigas, con estas alas mías, tenues quizás, puedo disfrutar de la pradera y el jardín y nutrirme del sabroso néctar que la aurora deposita en las flores. En cuanto a ti, nacida en las crestas de los Alpes, tú, que dominas las agrestes cimas, dime, ¿por qué desciendes de las nubes hasta el suelo para cazar la oscura sabandija? No puedo entenderlo. Tus luces son pocas, por lo que veo, respondió el águila con soberbia. Las suficientes, águila altiva, para que pueda preguntarme: ¿quién de los dos es más noble, la que busca el rocío celestial que la sublima, o el ave majestuosa que para su torpe festín, olvida su grandeza y mancha su esplendor?” 

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