viernes, 4 de diciembre de 2009

La mujer de los cabellos de oro

Había una mujer muy extraña pero muy guapa que tenía unos largos cabellos de oro tan finos como el oro hilado. Era joven y huérfana de padre y madre, vivía sola en el bosque y tejía en un telar hecho con negras ramas de nogal. El bárbaro hijo del carbonero trató de obligarla a que se casara con él y, en un intento de quitárselo de encima, ella le regaló unos cuantos cabellos de oro. Pero él no sabía ni le importaba saber que el oro que ella le había dado no tenía valor monetario sino espiritual, por lo que, cuando intentó vender los cabellos en el mercado, la gente se burló de él y lo tomó por loco. Enfurecido, regresó de noche a la casita de la mujer y con sus propias manos la mató y enterró su cuerpo a la orilla del río. Durante mucho tiempo nadie se percató de su ausencia. Nadie se interesó ni por su casa ni por su salud. Pero, en su tumba, la melena de oro de la mujer iba creciendo. Los hermosos cabellos se ondulaban en espirales que subían a través de la negra tierra y se enroscaban alzándose cada vez más hasta que su tumba quedó cubierta por un campo de ondulantes cañas doradas.
Los pastores cortaron las curvadas cañas para construirse flautas y, cuando las tocaban, las flautitas cantaban sin parar:

Aquí yace la mujer de los cabellos de oro
asesinada y encerrada en su tumba,
muerta por el hijo del carbonero
porque ansiaba vivir.

Y así fue como el hombre que le arrebató la vida a la mujer de los cabellos de oro fue descubierto y conducido ante la justicia y, de esta manera, los que vivían en las salvajes florestas del mundo tal como hacemos nosotros pudieron sentirse nuevamente seguros.

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