lunes, 27 de abril de 2020

Palabra viva y permanente

“Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos. Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente.” 1 Pedro 1,22-23


“Entonces Dios dijo…”, y fue la luz, y, luego, las aguas. Y llamó al cielo, y nombró la tierra. “Entonces dijo…”, y la palabra fue vida. Y, aquello que existía al principio, se abrió paso, se hizo carne, y, como luz, habitó aquí en medio nuestro. Y la luz disipó tinieblas, echo fuera la mentira, dio a conocer la verdad. Verdad revelada en Jesucristo, quien se entrega en y por amor, y, en ese darse, nos enseña a amar. Abriendo los brazos al abrazo, el corazón a la generosidad y el servicio. Abriéndose al amor que permite amarse unos a otros con corazón puro, y, hacerlo con todas nuestras fuerzas. “Entonces Dios dijo…”, y fue la tierra fecunda abriendo surcos y pariendo vida. “Entonces dijo…” y fue el hombre, y fue la mujer, ya nacidos, no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, palabra que es verbo y acción, palabra que es viva y permanente. Palabra que crea y recrea una y otra vez, que llama e invita al seguimiento. Palabra a través de la cual ya se abre camino la siembra que pare vida, plenitud de vida. Palabra encarnada, hecha raíz, en este Jesús que por amor muere, y, por amor, resucita. Palabra que ordena y empodera. Palabra del levántate y sal fuera. 

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