domingo, 22 de marzo de 2020

Historia de un faro

“Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo.” Juan 9,5


Escribe Mamerto Menapace en su cuento ‘Historia de un faro’: “El velero salió del puerto buscando el Pacífico. Para llegar hasta allí no tenía más remedio que bordear la tierra en busca de la brecha que le permitiera torcer hacia la derecha rumbo al mar grande.  Por eso puso confiado proa al sur, aunque su meta fuera el oeste.  Pero el cambio de rumbo no se hizo.  Tal vez se navegaba con velas demasiado desplegadas.  Tal vez fuera de noche cuando se pasó frente a la brecha.  A lo mejor sucedió durante una tormenta.  Lo cierto fue que se continuó al sur, rumbo al polo.  El velero se encontró rodeado por los témpanos, por el frío, las tormentas, y un sol cada vez más lejano.  Entonces fue cuando se tuvo conciencia de estar marchando hacia la nada, hacia el vacío y la muerte.  Se le preguntó a la brújula; pero la brújula había enloquecido.  Se quiso preguntar a las estrellas, pero estas revoloteaban en círculo alrededor de un polo cósmico invisible.  Fue entonces cuando se recibió el mensaje.  Tres cortas, una larga, silencio.  El brillo intermitente despertó la curiosidad de esos hombres hambrientos de señales.  Era un faro: Tres cortas, una larga, silencio.  El faro en su soledad tenía sólo un medio para comunicarse y manifestar su identidad: La fidelidad al ritmo de sus intermitencias.  Y fue gracias a esa fidelidad por la que los marineros ubicaron la identidad del faro y con ello un punto de referencia para su propia posición.  Se supo que se estaba proa al polo.  Y se viró en redondo. Hacia la salvación.”   

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