martes, 29 de septiembre de 2015

"Comencemos a contar desde el 2" - Encuentro de Mujeres Sureñas

El fin de semana del 26 y 27 de Septiembre realizamos nuestro Encuentro Anual de Mujeres Sureñas, en Bahía Blanca, Castelar 2257, este año con la temática "Comencemos a contar desde el 2".
Sábado de Taller:
Después de compartir un desayuno, las mujeres fueron al templo en donde había dos círculos de sillas con centros diferentes. En el primero, que es donde trabajamos de mañana, había fotos y papeles desparramados.
Cada una tenía que elegir la mujer que más le gustara o intrigara. Algunas tuvieron el criterio del largo del texto, ya que la segunda consigna fue que leyeran el texto y luego lo presentaran a las demás.
En la mesa había seis historias de mujeres de la Reforma. Mujeres que muy poco se sabe de ellas, pero que han sido preponderantes en tu tiempo y entorno.
Silvia eligió a Catarina von Bora, que para su sorpresa, era la mujer de Lutero.
Catarina era una de las monjas que se escaparon del convento en complicidad con un comerciante, en barriles de pescado. A pesar de su juventud era una mujer determinante y muy fuerte. Lutero aprendió a amarla y valorarla, ya que era una persona muy desenvuelta e inteligente, además de muy buena compañera.
Marcia no eligió, sino que tomó la mujer que quedó en la mesa.
Le tocó hablar sobre Herzoguin Elisabeth von Rochlitz, hermana de Felipe de Hesse. Su característica principal fue la diplomacia y su habilidad para mediar. Llegó a ser consejera del príncipe - elector Mauricio de Sajonia.
María Esther eligió a Argula von Grumbach.
Argulla fue una intelectual de la Reforma, realizó cantidad de escritos y sobre todo panfletos. Su forma de escribir era muy sencilla pero a la vez profunda, por eso la apreciaban mucho. Muy amiga de Lutero, sufrió un matrimonio violento que se acrecentó al ser repudiada por la Iglesia de Roma.
Graciela presentó a Wibradis Rosenblatt.
Wibrandis se casó y enviudó cuatro veces, las tres últimas con personajes importantes de la Reforma y compañeros de Lutero: Oecolampadio, Capito y Bucero. Uno de sus gran dones fue la hospitalidad.
Ely elkigió a Brigitta Wallner, de quien no queda ninguna pintura ni dibujo que la recuerde, sólo la lápida de su tumba.
Brigitta era cochera y "contrabandista" de Biblias. Vivió en el tiempo de la Contrarreforma, y con valentía se asumió como luterana. Su comunidad la acompañó y apoyó.
Linda presentó a Olimpya Fulvia Morata, que a diferencia de las demás mujeres, era italiana.
Olimpya era una mujer instruida, intelectual, que adhirió al pensamiento de la Reforma. Su esposo la acompañó, incluso en los momentos en donde debió huir por sus ideas. Una vez fallecida, publica sus obras.
Y aquí las tenemos: mujeres valientes, modelo para las seguidoras de Cristo,
valientes como las que están debajo del afiche que formamos la mañana del sábado.
De tarde vimos cómo surge el patriarcado y cómo llega a su punto máximo con el modelo capitalista
Luego de aclarar y explicar algunos puntos, además de analizar cómo este modelo está tan incorporado dentro nuestro que nos cuesta pensar de que surjan cambios estructurales.
Entonces vimos el video en donde presenta una experiencia de cambio positivos en una población de monos en el Japón. Vimos que las actitudes, cuando se repiten, llega un momento en que el cambio se concreta.
Nos trasladamos al otro círculo de sillas, y compartimos nuestras vidas, con nuestras preocupaciones, problemas y anhelos.

Como alrededor del fogón, pudimos pensar en que somos las mujeres las que, como transmisoras y cuidadoras, tenemos que accionar los cambios en paz y amor.
Cada una, por turno fue compartiendo sus sentimientos, pasando una naranja, que "daba la palabra", así nos escuchamos entre todas y las más silenciosas también tenían su oportunidad.
Finalizamos la jornada con un escrito anónimo que dice:
"Una aramea errante fue mi madre.
En Egipto dio a luz esclavos.
Luego llamó al Dios de nuestras madres
Sara, Agar, Rebeca, Raquel, Lea.
¡Alabado sea Dios que escucha siempre!

Una guerrera, juez y ramera fue mi madre.
Dios la usó de vez en cuando.
Lo que ella dio, fue de buena gana.
Rahab, Jael, Débora, Judith.
¡Alabado sea Dios que recibe siempre!

Una virgen galilea fue mi madre.
Dio a luz nuestra Vida y Esperanza,
y una espada traspasó su propia alma.
¡Alabado sea Dios que ama para siempre!

Una testigo de Cristo resucitado fue mi madre.
Relató lo que dijeron los ángeles.
Los apóstoles pensaron que era cosa de mujeres.
María, María Magdalena, Juana y otras con ellas.
¡Alabado sea Dios que vive para siempre!

Una mujer cristiana fiel fue mi madre.
Una mística, una mártir, una santa.
Magdalena, Linda, María, Silvia, Eli, Graciela, Nelly, Lidia, Mariela y tantas otras
Alabemos a Dios que nos hizo,
Dios que nos salva,
Dios que nos guarda a todos para siempre."

Domingo de Culto
El domingo cerramos el Encuentro con un culto muy especial, centrado en el círculo como el ciclo de la vida
pero también de nuestras emociones y relaciones, con la canción "El círculo" de Kevin Johansen.

Luego compartimos las palabras de Alce Negro, un chamán de la tribu Sioux Oglala:
“Habrás advertido que todo lo que hace un indio tiene forma de círculo, y es así porque el Poder del Mundo siempre trabaja en círculos, y todas las cosas tienden a ser redondas... El firmamento es esférico, y he oído que la Tierra es redonda como una bola y que las estrellas también lo son. Cuando su máxima furia se desata, el viento se arremolina. Los pájaros hacen sus nidos en forma de círculo, pues su religión es la misma que la nuestra... Incluso las estaciones, en su metamorfosis, describen un gran círculo y retornan siempre a su punto de partida. La vida del hombre es un círculo que nace y termina en la infancia, y lo mismo les ocurre a todas las cosas conectadas con el movimiento de ese poder.
Invocamos al Espíritu de Dios, en vez del tradicional Padre, ya que el Espíritu, ruaj en hebreo, es una palabra femenina:
"Espíritu de Vida, hoy recordamos a las mujeres renombradas y anónimas quienes, a través del tiempo, han usado el poder y los dones que les diste para cambiar el mundo.
Permite que su ejemplo nos ayude a descubrir en nosotras tu poder y la manera de usarlo para traer el Reino de Justicia y Paz.
Recordamos a Eva, símbolo de la capacidad que poseemos todos los seres humanos para crear.
Recordamos a Sara, quien con Abraham contesto el llamado de Dios a dejar su tierra natal y poner su fe en un pacto con el Señor.
Recordamos a Agar, quien despreció la opresión y la explotación y se atrevió a dialogar con el Señor y a ponerle nombre a Dios.
Recordamos a Esther y Débora, quienes por hechos de valor individual salvaron la nación.
Recordamos a María, la madre de Jesús, que se hizo cómplice de Dios en el proyecto de la liberación del pueblo.
Recordamos a María Magdalena y las otras mujeres que siguieron a Jesús, a quienes no se les creyó cuando anunciaron la resurrección.
Recordamos a Febe y Priscila y a las otras mujeres que fueron líderes en la iglesia primitiva.
Recordamos a las abadesas de la Edad Media que mantuvieron con vida la fe y el conocimiento.
Recordamos a Herzogin Elisabeth von Rochlitz,  Brigitta Wallner, a Argula von Grumbach, a Wibrandis Rosenblatt, a Catarina von Bora y a Olimpia Fulvia Morata que desafiaron la corrupción de la iglesia durante el tiempo de la Reforma Protestante y arriesgaron sus vidas en su afán de dar tu testimonio.
Recordamos a nuestras madres y abuelas cuyas vidas dieron forma a la nuestra.
¡Adoremos al Espíritu Creador y soplo de Vida!"
Cantamos una canción
y compartimos el mensaje de Lucas 7:36-49, de la mujer pecadora pública que entra a la casa de Simon, el fariseo, para agasajar a Jesús y declararle su amor.
Luego confesamos nuestra fe con el Credo de la Mujer:
"Creo en Dios, que creó a la mujer y al hombre a su imagen, que creó al mundo y encomendó a los dos sexos el cuidado de la tierra.
Creo en Jesús, Hijo de Dios, nacido de una mujer, María, que escuchaba las mujeres y las apreciaba, que moraba en sus casas y hablaba con ellas sobre el Reino, que tenía mujeres discípulas que lo seguían y lo ayudaban con sus bienes.
Creo en Jesús, que habló de la teología con una mujer junto a un pozo, y le confió por primera vez que Él era el Mesías, que la alentó a que fuera a la ciudad y contara las grandes nuevas…
Creo en Jesús, sobre quien una mujer derramó perfume en casa de Simón, que reprendió a los hombres invitados que la criticaban; que curó a una mujer en sábado y le restableció la salud, porque era un ser humano.
Creo en Jesús, que consideraba el embarazo y nacimiento con veneración, como un acontecimiento desgarrador, una metáfora de transformación, un nuevo nacer de la angustia al gozo.
Creo en Jesús, que se comparó a la gallina que abriga a sus polluelos bajo sus alas.
Creo en Jesús, que se apareció primero a María Magdalena y la envió a transmitir el asombroso mensaje: vayan y cuenten…
Creo en la universalidad del Salvador, en quien no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos somos uno en la salvación.
Creo en el Espíritu Santo, que se mueve sobre las aguas de la creación y sobre la Tierra.
Creo en el Espíritu Santo, el Espíritu femenino de Dios, quien nos creó y nos dio nacimiento y al igual que la gallina a sus pollitos, nos cubre con sus alas. Amén.
¡Nosotros te agradecemos, Dios, nuestro creador!"
Para la oración de intercesión compartimos estas palabras la uruguaya Simone Seija Paseyro:
"Alguien me dijo que no es casual...que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan.
Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.
Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de "un fuego", nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.
Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde  jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.
Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un exámen, o para cerrar una noche de cine. Las de "veníte el sábado" porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta  cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.
El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada...y sin embargo...detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos.
Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.
Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.
Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar.
Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas.
Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.
Entonces...los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.
Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir.
Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.
Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono.
Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor "del fuego" que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca.
Como toda la vida.
Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón."
Luego, pasándonos la naranja, como el bastón de la palabra, pero en la frescura y la riqueza de la fruta, cada uno compartió algunos pensamientos, finalizando con el Padrenuestro, en círculo y tomados de las manos.
"Antiguamente cuando una mujer se casaba, se llevaba una brasa de la cocina de su madre para comenzar el fuego de su propio hogar. Hoy el símbolo de esa brasa son las velas pequeñas que están sobre el altar. Que este el Espíritu de Vida que hoy nos ha acompañado siga ardiendo en nuestros hogares hasta que volvamos a reunirnos alrededor del fuego, es nuestro círculo, que nos da vida, nos anima, nos transforma y nos da el valor para creer que nada es imposible para Dios, y que espera que por fin construyamos ese Reino que creó para nosotros, que Jesús predicó y que nos toca a nosotros y nosotras hacer realidad. ¡Que Dios los y las bendiga!
Finalmente cada uno tomó su "brasa"/vela y se la llevó como un símbolo de pertenencia y unidad.
Aquí está nuestro pequeño grupo de este año:
Ely, Silvia, Graciela, María Esther, Estela, Linda y Marcia.
Dios quiera que nos animemos a formar otros círculos en nuestras comunidades para que, así como una piedra al tirarse al agua forma círculos que crecen, nosotras también podamos crecer, en nuestro interior y en cantidad.
¡Gracias por la buena onda!

Estela Andersen